Fo, Saramago, Costa-Gavras: La brecha

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Recuerdo a Darío Fo utilizando ese arma formidable que es el teatro en la lucha desigual que libraba contra la injusticia que asedia la conciencia del hombre.

Pensaba hoy en él y me he encontrado con el manifiesto que escribió en 2003 junto a Costa-Gavras, José Saramago y José Luis Sampedro para validar su compromiso contra el pensamiento único, contra todos los poderes políticos que utilizan la democracia para asentar una plutocracia paralizante. Lo titularon «Abrir una brecha», pero podría haber sido «Meter una cuña», «No te conformes» o «La cara oculta de la Luna». Cualquiera hubiera servido.

A fin de cuentas no es más que un simple pronunciamiento aunque con una profundidad inconmensurable. En síntesis, llama a la movilización contra un sistema esencialmente embaucador e incita a la sedición contra sus mentiras y las falsas palabras que, a menudo, utiliza para reforzar nuestra escandalosa condición. Una ducha de lucidez en unos momentos donde el desorden y la confusión reinan

El texto dice así:

«¿Dónde están hoy los Bertrand Russell, capaces de lanzar, en compañía de Einstein, un llamado al desarme en el punto más álgido de la Guerra Fría, los Bertrand Russell, opuestos once años más tarde a las exacciones estadounidenses en Vietnam mediante la creación de un Tribunal internacional contra los crímenes de guerra? ¿Quién guarda aún en su corazón las últimas palabras de su alocución: «pueda este tribunal prevenir el crimen del silencio»?

¿Dónde están las mujeres, que con el manifiesto de las 343, se atrevieron a ponerse públicamente fuera de la ley al declarar haber abortado para reclamar el libre acceso a métodos contraceptivos y la interrupción voluntaria del embarazo?

¿Dónde están los Stephan Zweig o los Heinrich Boll contemporáneos que desafíen con fuerza el poder? ¿Los oasis de Ivan Illich se han desecado definitivamente?

¿Dónde están los Henri Curiel, que se negó a abandonar Egipto para resistir al Afrikakorps de Rommel? ¿Los Henri Curiel anticolonialistas encarcelados durante dieciocho meses en Fresnes por su apoyo al FLN?

¿Dónde están los Gandhi, que entregó su vida para acelerar la caída del imperio británico de las Indias?

¿Dónde están los 121 que justificaban sus actos de rebeldía y la ayuda a los insurrectos estimando que ‘una vez más, por fuera de los marcos y las consignas preestablecidas, nació una resistencia, gracias a una toma de conciencia espontánea, que busca e inventa formas de acción y medios de lucha en relación con una situación nueva cuyo sentido y exigencias verdaderas acordaron no reconocer las agrupaciones políticas y los diarios de opinión, sea por inercia o timidez doctrinal, sea por prejuicios nacionalistas o morales?

¿Dónde están hoy los Albert Londres para que claven su pluma en las llagas del presidio de Guyana o de los Bat’ d’Af’, denunciando ya en 1920 los extravíos de la joven URSS, logrando hacer modificar la legislación sobre los asilos u atreviéndose a alienarse, justamente, los medios coloniales franceses?

¿Dónde están los pensadores de la dimensión de Foucault, que revolucionó radicalmente la manera de ver la locura, la cárcel, la sexualidad?

¿Dónde están los de la talla de un Bourdieu, que regeneró la sociología sin dejar de defender con obstinación el rol social del intelectual crítico?

¿Dónde están hoy Hannah Arendt, Cornelius Castoriadis, Antonio Machado o Federico García Lorca?

Una capa empalagosa e insulsa parece haberse abatido sobre los espíritus.

La uniformización del discurso sólo es igualada por su simplismo -cuando la esencia de la emancipación humana consiste en comprender el mundo en su complejidad, sus sutilezas y sus contradicciones.

Algunas mujeres, algunos hombres, continúan sin embargo librando a diario el combate, luchando sin retroceder, actuando incansablemente para abrir una brecha en el pensamiento dominante. Así, perpetúan con coraje el rol de contrapoder del intelectual crítico.

Es para aportarles un apoyo, acrecentar su visibilidad y combatir la apatía intelectual actual»

Espero que acabemos ganando.

África y el negocio de sus tierras

«Lo que para unos es comida, para otros es amargo veneno» (Lucrecio, filósofo romano)

El escritor Joseph Conrad, quizá uno de los más grandes retratistas literarios de África, escribió una vez que no hay creencia tan ansiosa y ciega como la codicia ya que, en su medida universal, es la causa principal de la miseria moral y de la indigencia intelectual del mundo. Conrad percibió esta maldición a principios del siglo pasado pero desde entonces poco o nada ha cambiado.
Así lo ha debido de entender el jurado del Right Livelihood Award (Premio al Sustento Bien Ganado, en español) que la semana pasada concedió uno de sus galardones anuales, los conocidos como premios Nobel alternativos, a la organización GRAIN por denunciar las compras masivas de tierras cultivables de países pobres por parte de inversores financieros internacionales.
El resultado de este lucrativo negocio privado en la última década está siendo devastador. Seducidos por promesas de desarrollo inconmensurables, muchos gobiernos venden o arriendan sus campos a empresas extranjeras, a menudo grandes firmas multinacionales, para que apliquen un sistema de agricultura industrial a gran escala que en lugar de proporcionar alimentos produce hambre. La huella de una globalización depredadora.
Según los cálculos de GRAIN, entre 60 y 80 millones de hectáreas han cambiado de manos en el mundo con estas triquiñuelas desalmadas, es decir, el equivalente a la mitad del área cultivable de la Unión Europea. 

Y al final, nada de lo prometido se cumple. Los alimentos se venden y los mismos que especulan con la comida lo hacen también con las superficies de cultivo. Los campesinos originarios son expulsados y a la población se les arrebata el fruto de sus tierras porque la producción en masa ya no tiene como destino el mercado local, sino el internacional. 
Así está el mundo, cada vez más descerebrado y aturdido mientras el hombre complica su existencia comportándose como un lobo hambriento para el otro hombre. Conrad tenía razón. Hay veces que tengo la sensación de pertenecer a una especie que camina como un equilibrista ebrio al borde de un despeñadero.

El cantante del primer video es Ismael Isaac, músico de Costa de Marfil muy influenciado por el gran grupo marfileño Alpha Blondy. El tema es Magno Manko pertenece a su último CD, Black System. 
La fotografía y este comentario fueron publicados la semana pasada en Más que Ciencia.
El último video corresponde a Geoffrey Oryema, músico ugandés que tuvo que huir de su país tras la llegada al poder del dictador Idi Amin Dada. El tema se titula Land of Anaka